Soy directora de teatro y voy a confesar algo:

No he leído a Valle-Inclán (mentira. Leí Luces de Bohemia en el colegio). Pero he dirigido en un teatro que lleva su nombre.

Sé que era gallego, malhumorado y manco. Y que tenía una barba espectacular. Sé que era excéntrico, poliédrico, indomable, polémico. Esperpéntico.

Un mito, una leyenda, un personaje. Un personaje hecho a sí mismo.

Un padre de la literatura del siglo XX. Otro padre con el que lidiar. Otro padre al que venerar para después rebelarse. Otro padre al que matar. Pero antes… Antes, tengo que conocerle mejor.

Y para ello voy a viajar un mes a la Real Academia de España en Roma, con una misión: desentrañar su estancia allí como director e investigar su incendiaria relación tanto con las autoridades ministeriales como con los becarios que estuvieron a su cargo, en los que fueron los tres últimos años de su vida antes de morir en 1936. Voy a empezar la casa por el tejado. Voy a empezar esta historia por el final.